1/2/10

Fiesta de promoción

El vestido tiene que ser perfecto. Lucir radiante, ser un resaltador, no por chillón, sino de encantamiento. Los zapatos de tacón, cuanto más alto, mejor. Mi fiesta de promoción fue en un chifa, con un acompañante casi desconocido, con el vestido más barato que conseguí (que usé en otras dos fiestas de promoción por esos días). Más por presión amical que por el entusiasmo de escuchar recitar mi nombre con todo lo que me proponía al terminar (¡por fin!) el colegio, asistí a esa aburrida reunión.

Terminada mi secundaria, nunca más fui a una hasta diciembre del año pasado. Huancavelica es uno de las provincias más pobres de nuestro país, algunas zonas resultaron afectadas tras el terremoto del 15 de agosto, es el caso de San Juan de Castrovirreyna, donde cuatro señoritas terminaron la escuela y lucieron su mejor sonrisa ante los ojos de todo el pueblo. Entre 100 y 200 personas expectantes ante la aparición de las “promocionantes”, como decía el maestro de ceremonias.

Los globos rosáceos como un altar, no para un santo, sino para que cada pareja sintiera lo más cercano a la adoración. Se pronunciaban sus nombres, seguido de una serie de anhelos, la profesión, la comida favorita, la cualidad… Daban vuelta al patio, con el fondo de un cuete haciéndole una breve competencia a las estrellas, luego subían a su estrado, donde la serie de formalismos continuaban.

Ángela, quien lleva trabajando en esa zona durante buen tiempo, me cuenta que este es el acontecimiento, las "promocionantes" (casi siempre son mujeres) incluso traen a sus parejas de Chincha o Lima, les pagan el pasaje y les alquilan el terno. Ella es madrina de una de las chicas, a la que obsequió el vestido y por el cual se pasaron un día en Gamarra buscando el adecuado.

¡Para que más detalles, veánlo!

1 comentario:

Anónimo dijo...
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