10/12/09

¡Maditos óvalos!

Como mal peatón, he cruzado la pista sin esperar el semáforo en rojo (aunque intento respetarlo lo más que puedo), he parado un carro donde no es paradero (trato también, de no hacerlo), he caminado sin mirar por estar entretenida en alguna cosa (en aquellas dos ocasiones, recibí los insultos correspondientes del chofer que casi me lleva al hospital más cercano), soy un mal ejemplo, como la mayoría de los ciudadanos limeños, aunque recalco que me he vuelto más consciente de ese aspecto.

Pero no me vengan con lo óvalos, al menos estos dos que se me vienen rápidamente a la cabeza, el óvalo Higuereta y el óvalo Gutiérrez. Cruzar de un lado a otro es de cuidado, sobre todo el último, que tiene pistas más anchas y del que casi siempre aparece un vómito de carros que busca lo mismo que nosotros, ir a la otra calle, pero con cuatro llantas.

Los óvalos son una maldad para el peatón. Sin embargo, hay otros que no merecen mi queja, el de Grau, es transitable, por ejemplo. Buscando información sobre ello, me encontré con un interesante informe de El Comercio, en el que se expone mi queja, de alguna manera.

“Los óvalos no solo son un dolor de cabeza para los conductores, sino también para los peatones, pues la señalización y la semaforización en esas intersecciones se realizaron pensando solo en los conductores”, reza el informe del diario, pero éste se refiere a los óvalos Bolognesi, Dos de Mayo y Grau. No obstante, estos óvalos me parecen más transitables que el óvalo Gutiérrez.

Aunque ciertamente hay más flujo de vehículos, como expresa la alarma de El Comercio (cabe decir que es del 2006), en el óvalo Gutiérrez e Higuereta parece haberse privilegiado al conductor, no al peatón, a este peatón que tiene que poner en práctica la agilidad de las piernas a la hora de cruzar el óvalo.

9/12/09

Nuevo post, la lengua culle y mi abuelita

Este es un blog inestable, sujeto a la pereza de quien le creó, agonizante de entradas, pero vive, sobrevive con un lector o dos (algún conocido, alguien que cayó por alguna palabra clave, un enlace, en fin). Languideciendo, pero sin morir, es por ello que trataré de escribir más seguido, una vez a la semana es el firme propósito de esta Berenjena, apodo por el que me he hecho más conocida que por mi propio nombre...

Mientras tanto, les dejo a mi abuelita, ella se llama Rafaela Flor de María Oré Obando, viuda de Muñoz. ¿Por qué mi abuelita?, bueno, ella es de la sierra Liberteña, de Huamachuco y en esa zona se hablaba la lengua culle, una lengua que se ido perdiendo con los años, pero de la que quedan algunas palabras... como las que rescato de mi abuelita...



Bueno, para los que quieran conocer un poco más sobre las lenguas del Perú, les dejo un informe elaborado por Manuel Rodríguez Lastra, parte uno y parte dos.