2/9/07

En cuatro ruedas, un amor

Todos los días se trasladan miles de personas en microbús, éste es un retazo...

Era invierno, pero era como estar en un sauna. Una mano aprovecha el frenazo inesperado en tocar la parte baja de un uniforme gris, se apodera del glúteo juvenil de una infortunada estudiante del colegio San Fermín. Un letrero que indica paradero prohibido es desapercibido por el chofer, que aprieta el freno a fondo en una maniobra que solo sus años le han permitido controlar y librar su rostro de una de una página policial. Al ritmo de Pimpinela “... y te crees valiente”, se oye un conglomerado de voces que insultan al “animal”, “idiota”, “inescrupuloso” hombre que maneja el timón; el cobrador ha ahorrado su discurso de calles, sus probables 14 inviernos se han acostumbrado a las quejas y prefiere no meterse en el lío diario de papá, a la vez que exhibe su camisa púrpura, como flameante bandera, por toda la vía expresa Grau.

Sastres y uniformes se condensan en una masa febril, pugnan por llegar al trabajo o centro estudiantil, la comodidad se deja en casa mientras las lunas se empañan y un niño en brazos escribe su nombre con el dedo. Las agujas del reloj no dejan de avanzar cuando la escolar pregunta qué hora es a un sujeto, antes de que sus párpados se rindan al sueño, y éste pronuncia suavemente: Un cuarto pa’ las ocho. La 90 se ha estancado en el semáforo que divide la avenida con Paseo Colón y una retahíla de comerciantes se apodera de la pista, otros, en tanto, tocan la zampoña, el charango y el tambor en el carro de al lado, no tan lleno, que espera ansioso el cambio de luz. Un tropel se abre paso hasta la meta cuando un Condorito les recuerda que paguen con sencillo, tintinean las monedas en la mano ennegrecida del cobrador, que de colegial conserva los pantalones grises y los zapatos sin betún.

La mano que deslizaba sus dedos por cuerpo ajeno, ahora sostiene la baranda y pega su cuerpo a cualquier dama, su piel canela no discrimina y se apura en llegar a la puerta, chilla ¡Bajan!, pero el chofer no le atiende, solo mira su espejo ojo de pez, en el que el número 90 se agranda con mayor rapidez. Verde. Cambio de velocidad, arranca, empezó en “gana-gana”. El hombre de la mano traviesa ha caído en medio de la pista y su rencor lo expresa con un carajo entre los dientes, lo último que distingue al ver correr “ese” vehículo, es a la estudiante que le saca la lengua, como un fulminante ¡bien hecho pendejo!. Casi llegando a Bolognesi, la escolar consigue un espacio para sentarse y dar una repasada antes de dar el examen, pero el dibujo de un falo de tinta indeleble sobre el blanco tapiz del asiento que la precede, le impide concentrarse, recuerda la clase de educación sexual de su colegio tan parroquial.

Gringa desde la altura de su oreja hacia sus puntas descuidas, el cabello de la que pasa el papelito con los números 5-6-4, resalta en ella, porque está toda de negro. La “datera”. Un lapso de tiempo para ella, sube al transporte, y toca la pelada, la nariz de tucán, y el tatuaje en la mano del responsable del timón, le da un beso, casi en la oreja, para murmurarle: guapo, nos vemos el domingo en ese hotel. Ríe como loca y se zambulle a la piscina de la calle. La otra 90 ya le pasó y no vale la pena seguir yendo a gran velocidad. El carro ya no corre, trota. “Al fondo hay sitio” y también un bebé que llora y que hace imposible pensar que tales gritos pertenezcan a ser tan pequeñito. Abre la blusa celeste y saca el seno del sostén, ¿quiere teta el bebé?, la madre quinceañera da lechita fresca al nene. La escolar vuelve la mirada a sus apuntes y resalta el importante uso del condón, para no ser como aquella madre adolescente, hay que tener una carrera.

Inclina la gorrita a la derecha, el hijo del chofer ruge ¡Todo Brasil! ¡China toda la Brasil!... suben dos más. Es hora de cobrar, reparte pasajes a todo aquel que da su sol, en esta ocasión, no tiene medio ni escolar. Caen los cincuenta céntimos por descuido de ella, agachados los dos, se miran, sonríe la estudiante, sonríe el cobrador (le da boleto Adulto). De pronto “¡Bajan esquina!”, la madre adolescente va al Hospital del Niño y presurosa baja de la 90, el nene ya no llora. 8:15 am, la escolar llegará tarde, una vez más. Sube una pareja que cruza los 30, el cobrador les indica que avancen al fondo, porque ahí hay asiento, que avancen, por favor... de milagro no se ofuscan, y “avanzan al fondo”, no hay mejor lugar que los últimos asientos para brindarse caricias y besos, de un amor que nació ayer.

Para aquel que no desayunó, un desfile de galletas, dos por cincuenta, cuatro por un sol, “mira padre, madre, ayúdame que Dios te lo va agradecer”. Y si no quieres comer, la piedad te vendrá bien, los tajos en los brazos, el rostro maltratado, “acabo de salir de prisión, no soy de aquí, soy del norte, ya no quiero robar más, apóyame para regresarme, no tengo ahora para una bolsa de caramelos, no lo hagas por mí, hazlo por mis hijos que me esperan”. Caramelo de menta para tu garganta, cura asma, cura bronquios, ¿sí o no, doctor ambulante?. “Ya llegó, ya llegó, la alegría de tu vida, oiga caballero ¿no escuchó?”, unos chistes malos de la mujer que se arregla y el hombre no, saca el sombrerito arco iris y pide un sencillito por haberte arrancado una sonrisa. Ya no quedan moneditas en la billetera Puca de la escolar, ya se acerca a su paradero final, ¡ojalá y la dejen entrar al cole!, saca un lapicero y apunta algo tembloroso, justo un bache en el número 3, que sale muy deforme.
Angamos se anuncia en un letrerito blanco que viaja en la mano derecha del cobrador. Tímida, toca el hombro púrpura del, ahora, entusiasta jalador. Vuelve él la vista hacia la tez rosada de la niña de uniforme a cuadros azules, ella se decide a mover los labios y comunicar, casi con pesar, que baja en la otra esquina. El cobrador quisiera estar peinado, bañado, en fin, bien arreglado, para invitarla a salir, pero su voz solo puede producir una palabra: ¡Paradero! ¡Paradero!. “Somos novios / mantenemos un cariño limpio y puro / Como todos / procuramos el momento más oscuro / para hablarnos...”. Ella rebusca en su bolsillo, baja el primer escalón, el segundo, pero antes de pisar vereda, da un pasaje arrugado al hombre púrpura. Un perrito se queda moviendo la cabeza, como mirando la reacción, la mueve desde encima del mueble donde se apoya el timón. Desdobla el papelito, pero antes mira el Señor de la Misericordia -en sticker- en la ventana de la puerta, ve la letra azul: Susana, 456 8473. Un aire fresco le acarició la piel.

Escultura en metal: La combi asesina
de M iguel Ángel Velit


13 comentarios:

Taller de arte dijo...

Me he divertido mucho con tu relato, con el lenguaje urbano sabes deleitar al lector. Ese pequeño cambio de versos en forma de poema es muy bueno.

Te felicito y espero compartir escritos (cuentos, relatos, novelas y/o poesía)
Saludos

R. D.

ArCaNo dijo...

aún así, prefiero tomar mi interprovincial todos los días. No hay como un buen viaje en combi para comprender el día a día y tomar algo, de los demás, para plasmar apreciaciones como las de esta "Crónica de una metida de mano anunciada".

Subes en el micro de la esquina...

Anónimo dijo...

hola niña... interesante. Lo inventaste o fue pura observacion??? Parece exactamente el lado caotico de Lima que conozco.

Por cierto, ayer tmb te quedaste hasta tarde en internet no? Yo m kede hasta las 3, a esa hora recien vi tus comments. Bueno espero verte alguna madrugada para quemarte el cerebro con mis filosofeadas.

Te dejo un link x ahi... PERO PA TI NOMAS, no m hagas roche de ahi en el pool como la vez pasada. Por cierto... el profe vio mi blog, sabes algo al respecto? mmmm.... ya veras si m entero q fuiste tu jaaaa...

Luis Iparraguirre dijo...

Mira lo q me encontré. Recuerda, cuando te presentes a trabajar en algún diario, de poner la dirección de tu blog. Está bueno. Esto, mi querida amiga bloggera, es curriculum para ti. Suerte!

Jen dijo...

gracias por visitarme, espero peudas ir a la presentación... besos

Anónimo dijo...

Hola, vaya interesante relato, es cierto Lima es asi, y por eso la destesto. Prefiero la tranquilidad de mi Chilayo.
Buen post
salu2 y nos leemos :D

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jen dijo...

está buenísmo el relato-crónica, acabod e leerlo! te felicito... ahora te linkeo para leerte seguido
Besos

barrunto dijo...

BIEN B

Anónimo dijo...

oie... ya no te veoooo... ='( uh... se t xtraña nomas ps... (agregam ps monce, jaaa) bye cuidateeeee

El perro andaluz dijo...

Estaba buscando mi sencillo para bajarme con la escolar y exigir que la dejen entrar.
Buenísima la crónica.
Saludos.

Anónimo dijo...

Los colectivos..... son un mundo!!!

ksft dijo...

Esta muy bueno el texto, es exquisita la forma en que usas el lenguaje urbano, felicidades, vendre mas seguido por aqui.