Con la bragueta abierta, a punto de sacar el pajarraco y hundírtelo en plena calle y con luz. Esos son los que miran con la pinga. Los que achinan los ojos y te recorren el cuerpo como dibujando su fantasía, como póster de la última página de diario popular, como consuelo a la falta de o por simple placer. Los que hacen una mueca con los labios, de los que sale una obscenidad escasa de reparos.
No es que sea experta, es la frecuencia de la caminata por los ladrillos rojos -muy moda Castañeda- del Centro de Lima, que me permiten esbozar una clasificación de un grupo de hombres como: los que miran con los ojos y los que miran con la pinga.
Lujuriosos, pendejos y arrechos. Descripción sencilla para ese género de complicados deseos y sentimientos -para no caer en el feminismo- igual que el nuestro. Es que uno pasa con el jean, el polo descubriendo solo los brazos, el cabello desaliñado, y así sin pintar, ellos miran, se acercan y… una sigue de largo sin decir palabra y aparece el siguiente, como una plaga, como una molestia a unos pasos.
Están los menos, los que miran con timidez, lo que ven con cierto disimulo, quienes hacen menos show y reservan lo pecaminoso para sí, escondido, en secreto. No sé si con respeto.
Y aunque la facha (escote o minifalda) provoca un extraño efecto de "hombría", el hecho de no tener pajarraco convierte a una en el objeto de miradas (tampoco seamos cucufatos, ser objeto sexual no es malo, y esto no tiene nada que ver con la no reivindicación de la mujer, pero la calle no se tiene porque volverse la barra* de miradas pingosas).
No es un tratado y no niego que guste el piropo desbraguetado a algunas, y no juzgo gustos ni morales, es pura perspectiva, mejor aún, es el sentir que se acumuló durante unos meses al caminar apurada hacia el trabajo en el Centro de Lima.
*La Barra se trata de esos lugares en que mujeres bailan en un tubo rodeadas de varones con los ojos entornados y babeantes. Por la Colmena abundan, aunque últimamente los han ido tapeando.
Kurt Cobain dixit..
Hace 10 meses